sábado, 13 de septiembre de 2008

EL VECINO ILUSTRE



Tan sólo a unos metros del hombre más importante del país, las casas coloniales y humildes del barrio Las Cruces, contrastan con la majestuosidad de Palacio de Nariño y los vecinos del presidente se debaten entre estar seguros o ser una piedra en el zapato.

Por: David Romero
davidrome6809@gmail.com


Soldados, patrullas, cámaras y todo lo referente al material de seguridad personal de la casa más importante del sector, custodia las 24 horas del día una manzana cuya historia se remonta al nacimiento del precursor de la independencia colombiana –Antonio Nariño- y que desde 1908 ha servido de sede de la Presidencia de la República: la Casa de Nariño.

Famosa por los diferentes salones de su interior, entre los que se destacan el salón Amarillo, Los Gobelinos y Los Espejos, por su estructura neoclásica y rodeada por bellos jardines y el primer Observatorio astronómico de Bogotá, el palacio se constituye en un referente para ciudadanos y turistas.

Isabel Barriga, es una de las afortunadas de tener de vecino al primer mandatario. Ella a sus 79 años ha visto desfilar hombres de leyes y hombres de armas, fue testigo de los cambios de poder durante el frente nacional, participó en los desfiles después de la Constituyente y ha visto como se llena la Plaza de Bolívar exigiendo la liberación de los secuestrados.

Desde su casa ubicada en la Calle Quinta con Carrera Quinta, “Chavita” – como la conocen sus vecinos – emprende una carrera contra el reloj para no perder lo poco que le han dejado de esta. La ampliación de la Avenida Los Comuneros atraviesa parte del predio que ya está deteriorado por las excavaciones y demoliciones del entorno dejándola como única residente de lo que alguna vez fue su cuadra.


Entrar a la pequeña tienda llena de polvo y arena. Escuchar el ruido de la maquinaria pesada y observar los agujeros que le han hecho a la casa, no dan muestra de ser parte de la historia que quieren contar los nuevos urbanistas de la ciudad.

Y es que caminar por las calles aledañas a la sede presidencial es similar a ser el centro de atención de un laboratorio científico, los controles, en muchos casos excesivos, son el espejo de la realidad social de una cacería de brujas en la que cualquiera puede ser sospechoso de algo aunque no lleve nada.

De lo único que no se podría quejar “Chavita” – aparentemente - sería de la seguridad, sin embargo, desde que comenzaron las obras (junio del 2007) y los vecinos abandonaron la cuadra la han atracado tres veces, pues fue la única que se opuso a vender su predio por 30 millones de pesos.

Los servicios se lo han suspendido en varias oportunidades debido al cronograma que se adelantan en el cambio de las tuberías. Y mientras a unos metros se comen los tres platos del día, “Chavita” escasamente almuerza.
No es para menos, cerca de la Casa de Nariño y de la deteriorada Casa de “Chavita” encontramos el famoso barrio de La Candelaria, el centro histórico de Bogotá que se ha destacado por sus restaurantes y cafés, como la Puerta Falsa, un tradicional sitio de este sector, y la Florida, un lugar propio donde el desayuno capitalino consta de chocolate santafereño, tamal, pan y queso. En la actualidad, también hay la posibilidad de disfrutar de la comida extranjera, hay ejemplos claros como la parrilla argentina, la sazón italiana, o la comida china.

Todo esto se dibujaría en un plano perfecto sino fuera por un factor triste que rodea la casa del presidente; sus vecinos. Ellos, como Isabel, son trabajadores humildes que contrastan con la imagen que las guías turísticas pretenden venderle al mundo.

En su mirada reflejan que los museos y galerías que también los acompañan en estas cortas cuadras, cuentan una historia muy diferente y esconden una arquitectura descuidada, sucia y deteriorada por el paso de los años, agonizante por las nuevas obras que se planean hacer en el centro y en la mitad de estructuras altas que se erigen desafiantes alrededor.

Hoy, su destino en el mejor de los casos parece ser la oficina, el bar, los restaurantes, los cafés, los clubes por que la mayoría se ha venido al piso, le han cedido su lugar a nuevos espacios urbanos, ya sean apartamentos, centros comerciales o simplemente elefantes blancos como la Avenida Los Comuneros.

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